¿Qué es una almazara?

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La almazara es el molino de aceite. Presente en absolutamente todos los los pueblos de Jaén, inevitable a su entrada y reconocible en los meses de diciembre y enero por el aroma a aceite de oliva que desprende.

Antiguamente, las almazaras se situaban con frecuencia dentro del casco urbano de pueblos y ciudades. También en las caserías. La aceituna se acarreaba  desde los olivares a las almazaras en mulas o borriquillos.

Los molinos más arcaicos tenían prensa de torrecilla. Se trataba de una estructura de recios muros de unos dos metros y medio de altura. En palabras de don Eduardo Noriega, en 1901, "servían de límite a una torre movible de piedra atravesada por un grueso tornillo o husillo de madera que se movía a beneficio de grandes palancas, con objeto de elevarlo para que descansara luego, ejerciendo presión directa sobre los capachos de aceituna que formaban el cargo apilados sobre una base plana de piedra llamada taza.

Otro sistema también arcaico de moler la aceituna eran las prensas de viga, que precisaban de un local espacioso.

En la almazara tradicional, los molineros llenaban canastos de mimbre a paletadas. Desde lo alto de la escalerilla vertían la aceituna a la tolva. Las muelas, de forma cónica,  movidas por bestias con los ojos vendados que daban vueltas continuamente, trituraban el fruto y de allí se trasladaba a la prensa.

En la prensa se iban colocando capachos, una especie de alfombras circulares, con un agujero en medio, de esparto: sobre cada uno se distribuía la masa de la aceituna e iba siendo cubierto por otro capacho, formando una pila que más tarde  se escaldaría con agua hirviendo y se prensaría. En unos pozuelos, el aceite, por decantación, se separaba del alpechín.

En las almazaras antiguas se producía aceite, orujo y jabón. Esto último se abandonó ya hace años.

En las almazaras actuales, las molturadoras automáticas han idos sustituyendo casi completamente a las muelas y a las prensas. Algunas de ellas incluso son ecológicas, con lo que el temido alpechín prácticamente desaparece del proceso de producción.

Sin embargo, ese aroma inconfundible del aceite recién molido persiste y sus bodegas, en las que los enormes depósitos de aluminio, más higiénicos, han ido  sustituyendo a los pozos , a uno le tienta, como lo describe Rafael Ortega Sagrista, echar "caras de pan de libra en una tinaja de aceite, donde las dejaban empapar dos o tres días. Al sacarlas se ponían a escurrir, se tostaban luego y, colocadas sobre dornillos, se les exprimían varias naranjas y azúcar, o se aderezaban con un chorreón de vinagre y un poco de sal."

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